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domingo, 16 de febrero de 2014

Reencarnaciones: Océano, pupila, carne blanca


Cuando me muera quiero reencarnarme en un pez. 
En un pez de agua salada, gris, común y corriente, no un gran depredador, se me ocurre algo parecido a un jurel o a una caballa. Quiero ser una caballa hembra y no preocuparme de la maternidad o de la afectividad, quiero soltar una tanda de 400.000 huevos fuera de mí y así haber cumplido plenamente mi función reproductiva. Quiero que mi única preocupación sea no ser devorada, quiero tener siempre claro quiénes son mis enemigos y saber que la solución es huir y que no existe más moral o ética que ésa. Quiero perderme del banco de peces y estar desorientada, y que entonces los rayos acuáticos del sol bailen conmigo y hagan brillar mis escamas. Quiero que, mientras bailo, sea súbitamente feliz de que las palabras Adán, Zeus o Marie Curie no signifiquen nada para mí. Quiero no tener mitología y quiero respirar sola el agua oscura del océano. Quiero volver a encontrar mi banco de peces y reintegrarme en él, funcionando como un órgano mecánico y pleno de sentido, quiero colaborar y que todo sea sencillo. Quiero que entonces un día me pesquen y que mis pupilas saladas reflejen por primera vez la cara de un hombre, mientras mis branqueas se secan hasta la muerte. Quiero que después me transporten y me vendan en una lonja, quiero que me compre una madre soltera con problemas de circulación y dientes desordenados, quiero que me prepare al papillote con zanahorias y calabacín y quiero que su hijo abra mi cuerpo blanco con el tenedor y juguetee con mi carne y espinas mientras mira al televisor. Quiero que tiren mis restos a la basura.
Y quiero después de esta vida reencarnarme de nuevo en una humana lo más parecida a mí en físico y proporción altura/peso, pero con un carácter más natural y plácido, que refleje la sabiduría de un océano.



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